domingo, 15 de diciembre de 2013

Una vez más, aquí estoy, escribiendo, escribiéndote. Total ¿para qué? ¿verdad? Si nunca sabrás nada de todas estas líneas a no ser que yo te hable de ellas. Algo que no entra en mis planes, por cierto. Y entonces, ¿por qué las escribo? Para desahogarme, quizás para deshacerme de todo lo que llevo dentro que me consume poco a poco y cada vez más.
Escribir sacia mi sed. Mi sed de ti. Aunque tan solo sea mientras esté sentada frente al ordenador y luego, al verte, vuelvan mis ganas locas de tenerte, otra vez, y otra, hasta que salga bien. Porque, sí, mi esperanza lleva tú nombre: no importan los errores; ni las lecciones aprendidas; al final, una parte de mi siempre seguirá esperando algo más de ti. Algo que no llega, al fin y al cabo. Pero ¿qué quieres que le haga? No planeé quererte de forma tan sincera y leal. Ni siquiera entraba en mis planes que mi único plan fueses tú. Y ya ves, aquí me tienes, suplicándole al destino que vuelvas cuando no hace ni 24 horas que rompiste, para variar, los trozos casi intactos que quedaban de mi corazón. Debo reconocer, que nunca me ha gustado nombrar al corazón como dueño de todos mis sentimientos. Pues, no es más que un órgano que bombea sangre. No siente, ni sueña, ni sufre. Tan sólo palpita más rápido cuando te ve aparecer o irte. Más bien, diría que es algo así como aquello que llaman alma. Sí, el alma. El alma abarca todas y cada una de las partes del cuerpo y yo te quiero con cada centímetro de éste, y quiero, del mismo modo, cada centímetro del tuyo. Y creo que ésta es la que controla todo aquello que pensamos, la misma que ahora no me deja concentrarme en estudiar, si no en invertir mi tiempo en crear estos párrafos a los que aún no le encuentro sentido. Pero amarte nunca ha tenido sentido. Mírame, siempre me ha costado decirte que te quiero cuando en realidad hace tiempo me dí cuenta que te amaba. Esta historia siempre ha sido así de confusa, quién no la vive no la comprenderá jamás; ni por muchos detalles que de, ni por muchas veces que intente explicar todo lo que ocurre, ni de cómo trate de explicarlo. Porque, al final, tan sólo yo sabré entender la forma en que te quiero y ese afán de tirarme al abismo de tu sonrisa una vez tras otra.


No hay comentarios:

Publicar un comentario